jueves, 3 de noviembre de 2011

El guerrero

En 1991, los Estados Unidos, que venían de invadir Panamá, invadieron Irak porque Irak
había invadido Kuwait. Timothy McVeigh fue diseñado para matar, y programado para esa guerra.
En los cuarteles lo instruyeron. Los manuales mandaban gritar:
–¡La sangre hace crecer la hierba!
Con ese propósito ecologista, el mapa de Irak fue regado de sangre. Los aviones arrojaron
bombas como en cinco hiroshimas, y luego los tanques enterraron vivos a los heridos. El sargento
McVeigh machacó a unos cuantos en aquellas arenas. Enemigos con uniforme, enemigos sin:

 -Son daños colaterales- le dijeron que dijera. Y lo condecoraron con la Estrella de Bronce.
Al regreso, no fue desenchufado. En Oklahoma, liquidó a 168. Entre sus víctimas, había
mujeres y niños:
-Son daños colaterales- dijo.
Pero no le pusieron otra medalla en el pecho. Le pusieron una inyección en el brazo. Y fue
desactivado.

Bocas del tiempo. Eduardo Galeano.


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