Fundación del jazz
Corría el año 1906. La gente iba y venía,
como cualquier día, a lo largo de la
calle Perdido, en un barrio pobre de
Nueva Orleans. Un niño de cinco años,
asomado a la ventana, contemplaba aquel
aburrimiento, con los ojos y los oídos
muy abiertos, como esperando algo que iba
a ocurrir.
Y ocurrió. La música estalló desde la
esquina y ocupó toda la calle. Un
hombre soplaba su corneta, alzada al
cielo, y a su alrededor la multitud
batía
palmas y cantaba y bailaba. Y Louis
Armstrong, el niño de la ventana, se
meneaba tanto que por poco no se cayó
desde allá arriba.
Unos días después, el hombre de la
corneta fue a parar al manicomio. Lo
encerraron en el sector reservado a los
negros.
Ésa fue la única vez que su nombre, Buddy
Bolden, apareció en los diarios.
Murió un cuarto de siglo después, en ese
mismo manicomio, y los diarios ni se
enteraron. Pero su música, nunca escrita
ni grabada, siguió sonando dentro de
quienes la habían gozado en fiestas o
funerales.
Según dicen los que saben, ese fantasma
fue el fundador del jazz.
Espejos: Una historia casi universal. Eduardo Galeano.
Buddy Bolden (el tercero, parado, de izquierda a derecha) |
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