viernes, 25 de noviembre de 2011

Teodora

Ravena debía obediencia al emperador Justiniano y a la emperatriz Teodora, aunque las afiladas lenguas de la ciudad se deleitaban evocando el turbio pasado de esa mujer, las danzas en los bajos fondos de Constantinopla, los gansos picoteando semillas de cebada en su cuerpo desnudo, sus gemidos de placer, los rugidos del público...
Pero eran otros los pecados que la puritana ciudad de Ravena no le podía perdonar. Los había cometido después de su coronación. Por culpa de Teodora, el imperio cristiano bizantino había sido el primer lugar en el mundo donde el aborto era un derecho
no se penaba con muerte el adulterio,
las mujeres tenían derecho de herencia,
estaban protegidas las viudas y los hijos ilegales
el divorcio de la mujer ya no era una hazaña imposible
y ya no estaban prohibidas las bodas de los nobles cristianos con mujeres de clases subalternas o de religión diferente.
Mil quinientos años después el retrato de Teodora en la iglesia de San Vital es el mosaico más famoso del mundo
Esta obra maestra de la pedrería es, también, el símbolo de la ciudad que la odiaba y que ahora vive de ella.


Espejos. Una historia casi universal. Eduardo Galeano.

Teodora de Ravena

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