Verne
1901 - Amiens
Hace veinte años, Alberto Santos Dumont había leído a Julio Verne. Leyéndolo había huido de su casa y del Brasil y del mundo y había viajado por los cielos, de nube en nube, y había decidido vivir en el aire.
Ahora, Santos Dumont derrota al viento y a la ley de gravedad. El aeronauta brasileño inventa un globo dirigible, dueño de su rumbo, que no anda a la deriva y que no se perderá en alta mar, ni en la estepa rusa, ni en el polo norte. Provisto de motor, hélice y timón, Santos Dumont se eleva en el aire, pega una vuelta completa a la torre Eiffel y a contraviento aterriza en el lugar elegido, ante la multitud que lo aclama.
En seguida viaja hasta Amiens, para apretar la mano del hombre que le enseñó a volar.
Mientras se hamaca en su mecedora, Julio Verne se alisa la gran barba blanca. Le cae bien este niño mal disfrazado de señor, que lo llama mi Capitán y lo mira sin parpadear.
Memoria del Fuego III: El siglo del viento. Eduardo Galeano
1901 - Amiens
Hace veinte años, Alberto Santos Dumont había leído a Julio Verne. Leyéndolo había huido de su casa y del Brasil y del mundo y había viajado por los cielos, de nube en nube, y había decidido vivir en el aire.
Ahora, Santos Dumont derrota al viento y a la ley de gravedad. El aeronauta brasileño inventa un globo dirigible, dueño de su rumbo, que no anda a la deriva y que no se perderá en alta mar, ni en la estepa rusa, ni en el polo norte. Provisto de motor, hélice y timón, Santos Dumont se eleva en el aire, pega una vuelta completa a la torre Eiffel y a contraviento aterriza en el lugar elegido, ante la multitud que lo aclama.
En seguida viaja hasta Amiens, para apretar la mano del hombre que le enseñó a volar.
Mientras se hamaca en su mecedora, Julio Verne se alisa la gran barba blanca. Le cae bien este niño mal disfrazado de señor, que lo llama mi Capitán y lo mira sin parpadear.
Memoria del Fuego III: El siglo del viento. Eduardo Galeano
Fotografo desconocido |
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